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Una comunidad que no cuida sus semillas, se ve obligada a comprar semillas a las empresas multinacionales, perdiendo su autonomía, por ejemplo, en la capacidad de decidir sobre la calidad de los alimentos que consume.
Y es importante mencionar que las semillas que venden principalmente estas empresas ya han sido patentadas, es decir, son de su propiedad; y para mantener el control sobre su venta las empresas multinacionales esterilizan las semillas, evitando que una semilla que germina y produce pueda reproducirse.
Las semillas, pues, son desechables, ya que sólo sirven para un solo cultivo y, por lo tanto, obligan a los campesinos y campesinas a comprar nuevas semillas para una nueva cosecha. ¿Una nueva dependencia quizá?
Cada vez que una familia deja de conservar las semillas que tradicionalmente ha conservado en sus tierras por generaciones, le da poder a las empresas multinacionales, y les violenta la autonomía que por siglos han mantenido el hambre en la familias, en nuestros países vueltos mono exportadores para el mundo.
En defensa de la vida y la economía campesina es importante que estas familias se hagan soberanas, protegiendo sus semillas criollas que tienen en sus manos y la fortuna de no depender de otros. ¿Debería ser nuestra alegría también que consumimos alimento libre de híbridos hijos de la avaricia?.
Pareciera ser un aviso para que no pierdan las semillas nativas. Pareciera ser un claro llamado sobre que es necesario salvaguardar, defenderlas, multiplicarlas e intercambiarlas para evitar perderlas.
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